En el capítulo de hoy, intentaremos explicar por qué hablamos tan raro en los juzgados. Una de las principales demandas de la ciudadanía es lograr entender el Derecho, el contenido de la comunicación que han recibido. Generalmente, se trata de un lenguaje tan complicado, que las personas que transitan por un juzgado no logran entender.
En mi experiencia como jueza, cuando alguien entraba a declarar, mi primer comentario siempre era: «aquí hablamos muy raro, si no entiende alguna cosa de lo que le decimos, nos interrumpe y se lo explicamos, es importante que sepa que estamos diciendo”, aunque soy realista, no sucede en la mayoría de los juzgados. Por eso era la parte de mi trabajo que recibía más agradecimiento, no siempre agradecen algo en un juzgado.
Esto se traduce en que la mayoría de la ciudadanía no entiende lo que le están contando dentro de un juzgado. Incluso cuando es en su propio beneficio le resulta incomprensible, pensemos en una boda que, a priori, es una diligencia positiva, muchas veces no se entiende lo que estamos diciendo. Cuanto más, cuando no le beneficia, ya que los seres humanos tienden a bloquearse.
Una primera explicación será el origen de las leyes, quienes han decidido históricamente el curso de la humanidad, corresponden a un perfil de hombres mayores, de clase pudiente, con mucha formación, lo que hacía que el acceso a la institución judicial se hiciera muy complicado y generará muy poca confianza en los simples mortales que no responden a este perfil.
Con el avance de la civilización, por llamarlo de alguna manera, en los países de nuestro entorno cultural, se ha ido accediendo a la institución judicial de una manera mucho más directa, pero aún nos encontramos con muchísimos inconvenientes de lenguaje. Curiosamente, los principales protagonistas del acontecimiento judicial no entienden lo que les pasa por culpa del lenguaje.
Solo para empezar, cuando algún miembro de la oficina judicial le dice a alguien que tiene que hacer un apud acta, lo más probable es que el usuario no entienda nada, mientras que si dijéramos tiene usted que apoderar a quien sea ( generalmente una procuradora o un procurador), esta gestión sería mucho más comprensible. Muchas veces se trata de una simple labor de traducción, que además evitará muchas explicaciones, pero seguimos sin hacerlo.

Otra explicación podría ser que los profesionales de la justicia, quieren (o queremos) mantener un espacio de lenguaje donde seamos los únicos que entendamos, es normal, sus clientes les pagan, entre otras cosas, porque solo ellas o ellos entienden lo que pasa dentro de un juzgado, es una reserva de actividad que solo determinados profesionales pueden llevar a cabo. De hecho, uno de los indicadores de calidad de vida de los países desarrollados es la ratio de abogados/as por habitante, cuantos más abogados por habitante, peor vive la gente, menos acceso a la institución judicial existe, porque las instituciones se apartan de la vida de la ciudadanía. Esto no siempre es así, si observamos la ratio de médicos por habitante, es justo a la inversa, cuantos más médicos por habitante, mejor calidad de vida.
Algunos profesionales argumentarán que el Derecho, nuestro conjunto de normas de funcionamiento, proviene del Derecho romano, y eso hace que se use mucho el latín, y como casi nadie entiende el latín, entonces no se entiende, pero contra este argumento me gustaría apuntar que los romanos también pagaban impuestos, y en la actual declaración de la renta no ha quedado ni una sola palabra en latín, así que cuando nos ponemos, el Estado logra hacerse entender.
Probablemente el latinajo que ha resultado más popular y ha generado más bromas, es la palabra habeas corpu , un palabro que sirve para denominar un derecho que tienen las personas que han sido detenidas, presentar un habeas corpus significa pedir al juzgado la puesta en libertad de la persona detenida por considerar que la detención es ilegal, más bien la persona considera que es ilegal. En mis 20 años como letrada, los y las detenidas me han pedido curiosas variantes de la palabra, pero la que llamó más mi atención es cuando un detenido me dijo, desesperado: «abogada, pídame un corpus christi que aquí no aguanto más». En toda mi vida como letrada solo he pedido una vez ese derecho, y fue, uno de mis peores errores profesionales, mencionaré que no era el señor que pidió un corpus christi, al que ya le expliqué que no nos interesaba en absoluto pedirlo. Seguramente, si el contenido real del palabro fuera más conocido, mucha menos gente lo pediría, puesto que serían conscientes de la poca viabilidad real del mismo.
Probablemente, entre los profesionales del Derecho la palabra más utilizada sea el término fine; , es la palabra que utilizamos cuando se acaba el plazo para presentar alguna cosa, es la auténtica espada de Damocles de cualquier abogada o abogado en ejercicio. No somos diferentes del resto de la población, hacemos las cosas en el último momento como todo el mundo, pero si lo llamamos fine no parecemos más vagos, sino más inteligentes.
Hasta aquí el curso de latín, pero no es latín lo que más preocupa a la ciudadanía cuando transita por un juzgado, tampoco entiende el sucesivo devenir de obstáculos en un proceso, la mayoría no comprende por qué después de una cosa viene otra, y después otra y… no se acaba nunca. Así, lo vivimos como un castigo, pero si nos hiciésemos entender mejor, la mayoría de la población comprendería que el proceso judicial es un conjunto de llaves que va abriendo puertas y que sirve para proteger nuestros derechos y no un castigo del Christ por portarnos mal.
Músicas del episodio:
Maarten Schellekens – Lounge-It
Ketsa – Treasure